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Letra Libre de Joel Nava Polina

Nunca más estaría sola

Nunca más estaría sola
Una historia de Amor y Plata


Había una vez una Luna que...
circundaba un planeta.

Estaba despoblado, pero...
lo llamaremos Tierra.

En el planeta había cerros y acantilados, planicies y...
extrañas formas que ondulaban con el viento y que Luna no sabía de qué estaban hechas porque...
ella misma no las tenía sobre su faz.

Luna estaba triste, pues nadie admiraba los hermosos rayos que reflejaba cuando un sol cercano a ella la bañaba de luces y.... durante el anochecer de la Tierra, enviaba hacia aquel planeta.

Durante miles de años meditó cómo había llegado a ese lugar y por qué se encontraba abandonada en esa inmensidad oscura y fría.
Estaba sola en el universo a pesar de que tenía cerca ese planeta.

Un día, sin embargo...
algo maravilloso sucedió mientras admiraba a su vecino.

Cuando ahí estaba por hacerse de día - y ella tenía que irse a dormir -, vio al pie de una montaña algo que asomaba y...
¡daba saltos!

Luna no distinguió lo que era.

Muy a su pesar aguardó intranquila 24 horas para volver a observar aquella extraña forma de: "¿... vida?... ¿por qué no?" - pensó mientras estaba por ocultarse en el horizonte de la Tierra.

Al dormir, soñó cómo evitar que su vecino girara sobre su propio eje...
y así dejarla ver con claridad aquella esquiva silueta.

Al despertar, Luna puso en marcha el procedimiento que le ayudaría a detener la rotación de aquel astro.
Sopló sobre su superficie, pero la esfera siguió girando.

Su plan había fracasado.
Su único logro fue levantar un remolino sobre el planeta...
aunque...

... también consiguió que algo o alguien generara un sonido:
¡Cof, Cof, Cof, Cof, Cof!

¡Luna Nunca había oído nada semejante!

Los únicos ruidos que ella conocía eran más bien del tipo que los meteoritos producían al impactarse sobre ella, y se oían como:
¡pum!
¡kataplum!

Para luego escuchar cómo ella misma producía en su mente otro ruido que se escuchaba así:
¡Ay!

Eso pensaba, cuando de pronto...
¡Pum!
¡Un meteorito muy grande... más que los que ella había visto, se estrelló sobre ella!

La pobre soltó de su garganta un: ¡Ay, ay, ay!
Y de pronto...escuchó otro nuevo sonido: ¡Perdone usted!

El meteoro se disculpó y Luna respondió sin darse cuenta que por su boca brotaban sonidos articulados:
"¡N... no... no se preocupe... ya estoy acostumbrada a este tipo de cosas..!"
Replicó adolorida, mientras el meteorito comenzaba a desmoronarse y se hacía polvo.

- ¡Adiooooooooooós!
Dijo el meteorito.
Su voz se apagaba y la frase se hacía laaaarga, pues el viento de Luna se llevaba el polvo de la piedra.

- ¡Qué afán la de estos pequeños planetas de estrellarse sobre mí!
Dijo Luna en voz alta... pero al escuchar lo que decía...
cerró su boca.

Nunca había pronunciado palabras - como nosotros las conocemos -, pero se daba cuenta que todo lo que había pensado durante años - en silencio- podía ponerle frases y sonidos.

¡Había hecho un gran descubrimiento!... pero...
¡Su tristeza aumentó!

Había pasado tanto tiempo meditando en el asunto de las palabras, que...
no se dio cuenta que el otro sonido, el que se produjo en su planeta vecino...
¡Ya no se escuchaba!

En ese lugar ya era de día, y tenía que volver a esperar otras 24 horas para encontrar en las montañas a la forma saltarina.

- ¡Y si ya no encuentro la silueta saltadora?
¿Y si ya no vuelvo a escuchar ese ruido en la superficie del planeta?
¿Y si...?

Así estuvo hilvanando una idea tras otra la pobre Luna hasta que...
se quedó profundamente dormida por unos instantes...
entonces...
¡Sucedió!

-¡Pst... pst... pst… pst...!
¡Despierta querida... te he estado buscando toda la noche!

Luna escuchó una vocecita que creyó provenía de sus sueños.
Abrió sus ojos y observó que en la Tierra aún era de día.

Asustada al principio, miró en todas direcciones para detectar qué o quién le hablaba desde la Tierra...
pero se maravilló al descubrir algo grande y blanco sobre las extrañas formas que ondulaban con el viento.

- ¡Esa eres tú! - dijo la vocecita que antes escuchara.

- ¿Qué... eres? - preguntó Luna mientras miraba hacia una roca de donde provenía la voz...
Preguntó Luna mientras miraba hacia una roca de donde provenía la voz...

- ¿Yo? ¡No sé... que sea... yo! - respondió una sombra que salió de un costado de la piedra.
Y dando saltos se dirigió hacia la orilla de una gran laguna de aguas quietas.

Al detenerse la sombra en la orilla del lago...
Luna pudo contemplar lo que conocemos como: ¡un conejo!

Era tan pequeñito que cabría en la mano de un niño.
Y blanco como la nieve.
Como la que tenía sobre sí la montaña que estaba por ahí cerca y echaba nubes de vapor.

El conejo acercó entonces su pequeña nariz rosa y triangular al agua de la laguna...
y hundió uno de sus bigotes en el frío líquido.

- ¡Me haces cosquillas...! - dijo riendo Luna - No sabía que pudieras tocarme - afirmó.

- Yo tampoco lo sabía... - aceptó el conejito.

Luna y Conejo Blanco se quedaron platicando un buen rato.
Habían descubierto que, a través del reflejo de la Luna en el agua del lago, podían estar más cerca y platicar.

- ¿Por qué no te había visto antes? - preguntó Luna a Conejo.

No sé, yo recién llegué, y me di cuenta que tú aparecías de noche.

Pero como a esas horas me vuelvo gris, era casi imposible que me distinguieras.

Un día, me acerqué a estas extrañas formas que rizan al viento.
Me di cuenta que estabas muy cerca de mí, pero estaba por amanecer y entonces ya estabas dormida.
Además, anoche vi que algo pegó en tu frente.
¡Me di cuenta que te dolía!
Me preocupé mucho y... ¡por eso decidí llamarte!
Ahora ya no estoy solo, y puedo estar contigo y...
¡Tú conmigo! - dijo contento el conejo.

- ¡Es verdad! - aceptó Luna con alegría - y entonces dijo: Y ¡todos los días podemos vernos a cualquier hora!

Como nuevos amigos, Luna y Conejo Blanco se veían a través del reflejo de ella sobre el agua del lago.
Así pasaron incontables años... hasta que... en la Tierra aparecieron muchos otros animales.
Conejo Blanco ya no estaba solo.

Un día, sin embargo, apareció también el hombre.
Y con él... ¡llevaba su hambre!
El conejito se dio cuenta que comía carne, y para saciarla, cazaba a sus hermanos conejos.

Una noche, cuando Conejo Blanco platicaba a Luna lo que sucedía...
llegó el hombre y...
¡Quiso atacarlo!

Luna lo reprendió...
Y cuando vio que el hombre había aprendido su lección...
le prometió darle riquezas a cambio de que dejara en paz a los conejos.

El hombre aceptó.
Luna sopló una vez más, como había hecho años atrás sobre la superficie del planeta...
y entonces los rayos que Luna reflejaba hacia las montañas se metieron dentro de ellas...
y... se convirtieron en plata...
Ahí quedó encerrada...

Desde entonces...
el hombre la saca desde las profundidades de la tierra y las montañas.

Agradecido por ese gran gesto de amistad...
el conejito inmediatamente se enamoró de la Luna.

Entonces le dijo:

- Has salvado mi vida, y quiero recompensarte.

-¿Qué podrías hacer por mí, amigo mío? - preguntó ruborizada y con humildad.

-Sanar las heridas que los meteoritos producen cuando caen sobre ti.
Además, yo quiero estar contigo para siempre.
Tú sigues allá arriba sola y yo aquí estoy acompañado por mis hermanos.

Conejo advirtió que Luna se daba cuenta de que él tendría que sacrificar su vida para estar con ella y...
sin avisarle, ¡dio un salto al agua del lago!

Se sumergió, e inmediatamente llegó a la superficie de la luna.

Ya estando ahí, rápidamente comenzó a curar las heridas de su amiga.

El hombre, que había escuchado todo, prometió a ambos escribir esta historia que explica:

Por qué los humanos ven sobre la Luna a un conejo, y...
porqué la plata que hay en las montañas...
debe considerarse como un metal que tiene la cualidad de ser una riqueza creada por el amor y la amistad entre la Luna y un Conejo que se enamoró de ella.

Desde entonces, sana las heridas que los meteoritos le hacen...
y además de eso, hace algo muy importante:
Acompaña a Luna.

Así... ¡nunca más estaría sola!


FIN


Por: Joel Nava Polina
Copy Right 2004
Derechos de Autor
03-2004-081713200300-01
De la obra: Tierra Encerrada

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